Hace mucho tiempo que aprendí a diferenciar entre las fotos que les pueden gustar a los demás y las que te gustan a ti mismo, y esto no es una lección fácil de
aprender. Lo más lógico es valorar nuestras fotos desde dos extremos: por lo general nos encantan o las detestamos. Entre estos dos extremos se encuentra esa gran masa de fotos
condenadas a pasar la eternidad en el olvido, de disco en disco, de copia de seguridad en copia de seguridad. Pero ¿te has preguntado porqué te puede llegar a gustar mucho una de tus propias
fotos?
Una de nuestras fotos nos puede encantar por dos motivos: el primero, y más banal, porque le guste a los demás o porque haya sido valorada positivamente por un jurado en algún concurso (de belleza); el segundo motivo por el que nos puede gustar es porque simplemente encaja a la perfección en nuestro criterio estético. Tu libertad creativa comienza en el momento que te dejen de gustar tus fotos simplemente porque le gusten a los demás, como fotógrafo estás condenado si te resulta satisfactoria la recompensa que puedas obtener en las redes sociales.
Pero creo que hay fotos que nos pueden gustar o no, independientemente de esto hacen que nos sintamos orgullosos de ellas. Esta foto representa un hito para mi, pues es la culminación (o el comienzo de una nueva etapa) en el proyecto fotográfico que comencé hace unos 10 años en la sierra del Espinazo, al norte de Extremadura. Su luz, el encuadre, el momento... todo en esta foto está ahí para decirme: "te lo propusiste y lo conseguiste".
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