Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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