A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.
Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?
En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.
Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.
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