Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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