Llega un día en el que decides darle una vuelta de tuerca a tu modo de fotografiar y planeas salir mucho antes del amanecer, ubicarte en un lugar concreto tras caminar varios kilómetros en la más profunda oscuridad. Hasta entonces la fotografía simplemente me encantaba; aquellas luces del 10 de octubre de 2012 me cambiaron para siempre, en ese momento supe que la fotografía se convertía en una pasión que me acompañaría toda mi vida.
Hasta hace pocos días nunca había tenido la ocasión de repetir una situación que se asemejara a la de aquel amanecer de otoño. Cientos de salidas en playas, montañas, desiertos, humedales... en ningún lugar de ningún país había encontrado una situación que estuviera a la altura.
De una de mis últimas salidas por "mi hogar" fotográfico, la sierra del Espinazo, me quedó pendiente probar una localización. De manera muy casual hace unos días fui exclusivamente a ubicarme en un punto que había localizado en la anterior salida para probar qué pasaba con el sol en estos días, una posición avanzada hacia el solsticio de invierno. Lo más probable es que no hubiera salido a hacer fotos, que aquella tarde no hubirrs estado allí, pero el destino quiso que otro espectáculo de luz inigualable se presentara ante mi cámara.
El sol se coló entre un pequeño hueco en las nubes para iluminar la atmósfera cargada de humedad del valle. Un espectáculo que tiñó de naranja las montañas durante menos de un minuto ¡si! tuve menos de un minuto hasta que el sol se volvió a esconder para no volver dejarse a ver aquel atardecer. Aunque hay ocasiones en las que he presenciado espectáculos de luz más increíbles que este, no había tenido ocasión de fotografiarlos.
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