Cuando hace tan mal tiempo que la mayoría de las personas, con capacidad para razonar, se quedarían en casa, es cuando surgen las mejores oportunidades fotográficas. Hace 6 años ni siquiera hicimos cálculos del panorama metereológico que nos íbamos a encontrar, sólo sabíamos que haría muy mal tiempo, pero la experiencia nos decía que surgían buenas oportunidades.
Llegamos al risco de La Torrita poco antes del amanecer, no había dejado de caernos agua durante la hora y media que tardamos en llegar desde el coche. Con las primeras luces, a pesar del chubasquero, estaba empapado, más incómodo que un gato en la bañera. Todo se olvidó cuando apareció ante nosotros aquel espectáculo irrepetible, incluso nos olvidamos de hacer fotos. Llevábamos una idea en la cabeza pero la razón desapareció y comenzamos a disparar con el teleobjetivo a los jirones de niebla que parecían jugar al escondite entre las montañas. El puntito rojo a la derecha del risco soy yo:
Hace unos días encontré una situación parecida. El mal tiempo me motivó a fotografiar un bosque de hoja caduca en plena otoñada, pero antes de que la luz llegará decidí asomarme al amanecer a un alto para ver si con el mal tiempo se producía el milagro de la luz. Las condiciones de esta mañana me recordaron a las de hace 6 años y disparé con la misma perspectiva que aquel día. Al repasar las fotos encontré un nexo, no sólo estilístico sino también emocional, con una pequeña diferencia: hace 6 años aquellas fotos quedaron olvidadas en el disco duro, sabía que eran buenas pero ahí quedaron. Ahora, con más experiencia, he podido mezclar las fotos de ambas sesiones para dar vida a la serie más "madura" desde que tengo una cámara entre las manos, bienvenidos al planeta etéreo:
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