Hace unas semanas, durante el encuentro para la conservación de Jaizkibel, me encontraba al borde del mar fotografiando cómo las olas rompían contra las rocas. Mi amigo Niko López estaba en la parte alta de los acantilados y me hizo esta foto mientras yo estaba abajo, concentrado, ajeno a todo lo que sucedía a mi alrededor.
Fue unos días después, al ver esta foto cuando realmente fui consciente del lugar en el que me encontraba. Poco a poco fui bajando y acercándome cada vez más al rompiente para captar el detalle del agua cayendo sobre las rocas y formando pequeñas cascadas. Cuando observo esta imagen, con una obturación perfecta que ha captado el movimiento de las grandes olas, es cuando te puedes dar cuenta de lo insignificante que eres ante las fuerzas de la naturaleza.
Seguro de que no podía ser alcanzado por ninguna ola (y por suerte fue así) me encontraba ahí, sólo sobre las grandes rocas desnudas y ante un mar embravecido por la entrada de un temporal del norte. En aquel momento no era consciente ni del lugar en el que había plantado el trípode ni del riesgo que suponía estar ahí, en cualquier caso me siento bastante satisfecho con algunas de las imágenes que conseguí aquella tarde, esta es una de ellas:
Escribir comentario